Mientras la lluvia cae, mi corazón invoca tu recuerdo.

Él no te conoce así, regia y hermosa, imponente, te conoce sólo tras el velo mágico de la inspiración, como un halo de luz que lleva tras su vuelo nebuloso todos los misterios, todas las quimeras, todos los secretos.

Y tu recuerdo se abre paso entre las penumbras. Y mi espíritu agitado te nombra entre el ruido de las gotas mientras las flores se estremecen al contacto del agua, como los amantes entre las caricias de las noches serenas.

Y mi conciencia se rodea de leves aleteos, de ese reverberar tranquilo y eterno de los sueños donde se mezclan la emoción y el éter en una dimensión extraña donde sólo reinas tú.

Y entonces viajo con los ojos cerrados cubierto de no sé cuántos resabios ardientes que me acercan al umbral del erotismo, resabios de tu piel, de tus manos, de tu boca, que juntos trazaron caminos de fuego en mi cuerpo.

Y al regreso nada existe, sólo la nostalgia, simple evocación de cuanto se fue contigo, en una alcoba húmeda y fría, cubierta de ausencias, mientras la noche fenece bajo el minutero, una sola estela del sueño que huye, la cauda de emociones que lleva tras de sí va cercenando el silencio y las sombras. Un amor cansado de una larga espera, el miedo al destino sin ti, el miedo al destino sin ti, espinas clavadas en mi pensamiento.

Nada más, despertar y rumiar las penas, una soledad inmensa sobre los hombros y el simple consuelo que traen los recuerdos.

El miedo al destino sin ti, el miedo al destino sin ti.

LIC. MARCO A. GONZÁLEZ J.