ERASE UNA VEZ UN PAÍS LIBRE Y SOBERANO…


ERASE UNA VEZ UN PAÍS LIBRE Y SOBERANO…

Había una vez un país, extremadamente lejano, en donde no servía de nada ejercer el derecho al voto porque los políticos decidían quién y cómo gobernar, se gastaban millones de pesos en las elecciones, de manera oficial, aunque de manera extra oficial, es decir, por debajo del agua, se gastaba todavía más y se hacía la pantomima esa de las elecciones pero al final ganaba el candidato de los potentados y durante años y años, qué digo años y años, ¡durante generaciones! siempre eran las mismas familias las que se iban rolando el hueso: de diputado a senador y de senador a secretario de estado y de secretario a jefe de departamento, etc., durante años y años de modo que parecía, nada más parecía, hereditario el poder político.

En ese país los impuestos de los ciudadanos, que dicho sea de paso, era un país que cobraba impuestos hasta por respirar, iban a dar a las arcas de los líderes sindicales, de ex presidentes y ex gobernadores y en general de cualquier servidor público y estos quedaran impunes, pero los servicios públicos eran pésimos.

Bajo ese orden de ideas los políticos corruptos quedaban protegidos bajo un fuero que les impedía a los ciudadanos enjuiciarlos, porque eso sí, modificaban la Constitución Política a su antojo, pero sólo en lo que les convenía.

Se concedía el amparo y protección de la justicia de la unión a los extranjeros pero no a los nacidos en un país soberano, el más alto Tribunal de ese país, fallaba a favor del anatocismo, del aborto, de la liberación de secuestradores, pero no a favor de la ciudadanía.

La soberanía era solo una entelequia y en realidad otro país tenía mando sobre las decisiones, de manera que el patrón Tío Sam, ordenaba que los visitantes incómodos de ese país tragaran y se largaran para seguir la juerga en paz.

En ese país los familiares de los políticos gastaban en prendas de varios miles de pesos mientras en la sierra sus habitantes morían de hambre y frío.

Tal era el desmadre que se vivía que la población tenía que realizar las funciones de la policía por la ineficacia de ésta.

Los fanáticos religiosos, los líderes sindicales y los pseudo estudiantes imponían sus condiciones a los gobiernos, pero cuando eran castigados se les tachaba de represivos y se cabildeaba su liberación.

Los medios de comunicación no tenían competencia a cambio del pacto caballeresco de cacarear a voz en grito las victorias del gobierno en turno, y dando distracción para que la gente común no viera más allá de las cifras oficiales.

Total que en ese país se hablaba mucho de igualdad pero sólo se hablaba, porque la igualdad en realidad no existía, porque mientras unos tenían la posibilidad de estudiar en las mejores universidades del mundo, otros no tenían ni primaria, cómo podía hablarse de igualdad así, cómo podía hablarse de libre competencia si la competencia era desleal, ventajosa, despiadada.

Lo bueno es que este sólo es un “cuento”, dicho país en realidad no existe, y qué bueno que sí sea, porque de lo contrario los oprimidos ya hubieran pasado de la resignación a la reacción, y este cuento tendría como fin una guerra civil, un levantamiento, una revolución…

…no sé.

Lo bueno que sólo es un cuento.

Lic. Marco A. González J.  
SIN NACER.



Es solo una vida que comienza y tú

Decides apagarla bajo el cielo azul

Como la noche que se oculta al salir el sol

Olvidas el latido de su corazón

Haces oídos sordos a su pequeña voz

No te remuerde el miedo ahora te crees Dios

Decidiendo tan solo por ti

No te importa si lo haces sufrir

Tan solo piensas que tu vida sería infeliz

Preocupándote solo de tu gran porvenir

Quién te crees para no dejarlo nacer?

Quién eres tú? Tú no tienes el poder!

Será tan fácil vivir mientras le observas morir?

Pero es acaso vivir sabiendo que fue por ti?

Y no sientes el amor que está en tu interior?

Solo fue la pasión por no planearlo hoy.

Y qué me dices de él, que solamente se fue,

Que no dijo más nada y no quiso un bebe.

No quieres un embarazo y menos estando sola,

Pues te soñabas de blanco el día de tu boda.



Nancy N. González Jiménez.