LAS CENIZAS DEL FÉNIX.

Yo vengo de un lugar muy lejano, donde a los viejitos se les veía con respeto y cariño. Yo vengo de un lugar muy lejano donde los maestros eran gente digna de confianza, buenos consejeros, verdaderos instructores, educadores dentro y fuera de las aulas. Yo vengo de un lugar muy lejano, donde los padres de familia aun podían corregirnos, porque los respetábamos, eran sagrados para nosotros, había una gran reverencia hacia ellos. Yo vengo de un lugar muy lejano, donde las canciones hablaban del amor, de la vida, de la libertad, de la juventud, de la fiesta y la alegría que es vivir. Yo vengo de un lugar muy lejano, donde los pueblos vecinos podíamos convivir y comerciar como si fuésemos uno mismo. Yo vengo de un lugar muy lejano, lleno de festividades patrióticas y religiosas, lleno de tradiciones de una hospitalidad que era admirada por todos sus visitantes, que envidiaban nuestra vida sencilla y apacible. Yo vengo de un lugar muy lejano, donde los escritores, periodistas, investigadores y deportistas eran admirados, respetados, donde sus opiniones eran tomadas en cuenta, donde servían de ejemplo al pueblo. Yo vengo de un lugar muy lejano donde la policía aun era sinónimo de autoridad y la milicia era la institución más confiable. Yo vengo de un lugar muy lejano donde niños y jóvenes corrían y jugaban por las calles que se llenaban de bullicio a la salida de la escuela. Yo vengo de un lugar muy lejano donde las parejas eran libres de caminar, de convivir de platicar por las noches. Se podía vivir… Sin temor, con esperanza… Se podía ser feliz… Se valía soñar… No, en realidad es el mismo lugar en que ahora estoy, tan es así, tan sigue siendo el mismo lugar que tenemos las mismas carencias de hace 25 años: Un hospital digno, con medicamentos suficientes, con equipo adecuado. Las mismas calles que se inundan en tiempo de lluvias. Las industrias y los empleos que jamás llegaron. La ausencia de apoyos y programas serios para el campo. La juventud olvidada. Y sobre todo, esa periódica promesa de “cambio”, ese cambio que nadie pudo traer porque tal vez nadie lo quería, o porque de plano ni sabían qué era ese cambio, pero resultaba tan fácil y tan lucrativo prometerlo. Sigue siendo el mismo lugar, los que vamos o venimos somos nosotros, es sólo que, caray… Ha cambiado tanto… Se valía soñar… Se podía ser feliz… Era tan diferente que ahora ese tiempo, esa vida que ahora parecen tan lejanos, por eso siempre lo llamo un lugar muy lejano… Ahora que lo pienso, mejor lo llamaré un lugar muy cercano, esperando, luchando para que pronto vuelva a ser el mismo de antes, sí, un lugar muy cercano, un lugar y una vida que algún día habremos de recuperar. LIC. MARCO A. GONZÁLEZ JIMÉNEZ.